Diversos experimentos prueban no sólo la plasticidad del cerebro, sino también su capacidad para sanarse a sí mismo, siempre y cuando se le ofrezcan estímulos para el aprendizaje y el intercambio social.
Asimismo, la actividad física es un abono importante para el crecimiento de nuevas neuronas. Y, a su vez, el hecho de contar con más neuronas permite al ser humano buscar nuevos desafíos en todos los aspectos, lo cual lo mantiene física y mentalmente joven.
El descubrimiento de la neurogénesis modificó no sólo la imagen del cerebro sano, sino también la comprensión sobre sus enfermedades. Hasta hace poco se creía que la demencia senil y el Parkinson eran causadas por muerte neuronal. Ahora la ciencia se plantea el revés de la cuestión: ¿Surgen dichas enfermedades porque el cerebro no produce nuevas neuronas? Esto se aplicaría también a dificultades en el aprendizaje, depresiones, alcoholismo y esquizofrenia. La revista alemana “Der Nervenartz” informa que “la investigación de la neurogénesis se está transformando en uno de los proyectos más prometedores de la neurología moderna.” La industria farmacéutica estudia ya la producción de medicamentos para estimular las áreas cerebrales inactivas y permitir que el cerebro se cure a sí mismo.
“El cerebro no es una computadora inmodificable”, dice el neurólogo e investigador Fred Gage, del Salk Institute de California. “Es una órgano moldeable, de carne, sangre y células nerviosas. Los cambios en este órgano pueden controlarse.” Nuestra capacidad de comprensión no depende sólo de nuestros genes, sino más bien de nuestro estilo de vida. Que el cerebro genere nuevas neuronas o no, depende en mucho de las oportunidades que le ofrecemos para que esto suceda.
Si por alguna razón tuvieramos que vendarnos los ojos por varios días la corteza cerebral que normalmente procesa la información visual en un área específica, empieza a procesar el tacto, el oído y aumenta la memoria verbal.
Tan versátil es este órgano que ya se ha comprobado que el uso insistente del dedo pulgar para manipular los teléfonos móviles hace que ahora, cuando se mueve ese dedo, se active un área mayor del cerebro.
Toda actividad, toda percepción, cambia nuestro cerebro... Y todo pasa en el cerebro.
Una prostatitis crónica, puede ser una disfunción cerebral tanto como orgánica, porque el cerebro es un órgano capaz de automonitorearse.
El mecanismo de autocuración seguramente existe, lo que no sabemos es cómo activarlo.